Recuerdo con nitidez aquella tarde en
que acompañé a mi abuela a la farmacia para buscar sus medicamentos para la
diabetes. Si la memoria no me falla, el récipe era por Metformina de 500 mg.
Mientras hacíamos fila, para ser atendidos, mis ojos se posaron en una vistosa exhibición
junto a la caja: chocolates de todas las marcas imaginables y caramelos
importados de los rincones más lejanos del mundo —China, India, Pakistán—
brillaban como un desfile de tentaciones azucaradas.
Le señalé aquella contradicción a mi
abuela. Ella apenas sacudió la cabeza y, con una media sonrisa cargada de
ironía, murmuró:
—Así es la vida, hijo. Hoy te venden
cura y veneno en el mismo sitio.—
Esa frase se me quedó grabada. Reflejaba
con una claridad escalofriante la paradoja de nuestro tiempo. Desde entonces,
cada vez que entro a una farmacia, no puedo evitar notar ese doble discurso: un
espacio que proclama salud, pero te seduce con aquello que la socava.
Esto no es una mera falla de
comunicación: es un dilema ético. No basta con anunciar buenos valores si los
actos dibujan un mensaje opuesto. Tal vez sería más honesto adoptar el lema de
Farmatodo: “Más que una farmacia”… porque, en efecto, lo son. Son tiendas de
contradicciones cuidadosamente empacadas.
Sólo adecentando la política, Venezuela saldrá adelante..!!!!
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